Asentamiento andalusí ocupado de forma efímera por Alfonso I (1118). La conquista definitiva la realizó Alfonso II, que lo donó al Monasterio de la Selva Mayor (1174), otorgando fueros para favorecer su repoblación (1184). En 1342 contaba con 326 vecinos fiscales (650 a 810 personas), cifra muy superior a la actual. Pero la intensa crisis de mediados del siglo XIV redujo sensiblemente la población. En el siglo XV se inició el paulatino desplazamiento del caserío hacia la vaguada contigua.
El núcleo original de población se estableció en la mitad occidental del espolón, debajo del Castillo. Era un espacio fácilmente defendible gracias a un potente afloramiento rocoso subvertical que lo aísla del resto del espacio. La repoblación cristiana favorecida por el fuero de 1184 supuso la incorporación del resto del espolón, hasta la vaguada; este nuevo sector (falta algo). Se trazaron largas calles longitudinales siguiendo las curvas de nivel, comunicadas mediante algún callejón perpendicular de fuerte pendiente, en algún caso formando un paso cubierto al haber sido ocupada su parte superior por el caserío. Dada la fuerte inclinación de la ladera y la densidad de ocupación del enclave, no existía ninguna plaza de entidad; lo más parecido a ésta pudo ser el rellano existente delante de la portada de la iglesia románica. Este urbanismo y los importantes obstáculos topográficos que delimitan el antiguo núcleo de población, le imprimen una fuerte personalidad, acentuando el carácter defensivo del emplazamiento y concentrando los portales de acceso a la población en el flanco de la antigua vaguada.
Además, el enclave conserva abundantes restos de su pasado medieval, entre los que destaca el Castillo, situado en la cumbre del espolón; la antigua iglesia parroquial, de estilo románico; y el recinto amurallado, que integra un amplio conjunto de estructuras distribuidas en torno al núcleo original de población.